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Pese a la mala fama de Linux como plataforma de juego, lo cierto es que existe una opción que aspira a hacerse un hueco en el mercado del entretenimiento digital y que cuenta con el respaldo de una maquinaria tan potente como la que constituyen la plataforma de distribución digital Steam y su compañía matriz, Valve. Ellos son los responsables de SteamOS, un sistema operativo diseñado sobre Debian 8 (Debian Jessie) y optimizado para su uso como plataforma de entretenimiento doméstico, centrada en los videojuegos.
SteamOS, un SO basado en Debian pensado para jugar
Aunque encierra ciertas restricciones, SteamOS es, fundamentalmente, un sistema Open Source, aunque ya de inicio nos presenta la obligatoriedad de usar Stream Client, lo cierto es que esta obligación no lo es tal. Ofrece libertad para usar el escritorio y usar otro software. “El sistema es tuyo para hacer lo que quieras con él”, una política que ha despertado reacciones mayormente positivas, hasta el punto de que en la LinuxCon 2013 celebrada en Edimburgo, Linus Torvalds no dudó en declarar a SteamOS como uno de los mejores modelos de estandarización del SO de Tux.
La necesitad de explotar periféricos tan complejos y con una curva de evolución tan pronunciada como pueden ser las tarjetas gráficas hace imposible renunciar a drivers de terceros para ofrecer una experiencia en el acceso a los servicios del cliente de Steam y el software de su catálogo; hay que tener en cuenta que el objetivo es competir con las plataformas de Microsoft, Nintendo y Sony desde un escritorio Linux estándar.
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SteamOs nació como el corazón de las Steam Machines, una experiencia que trataba de simplificar el acceso a una experiencia de juego de calidad mediante un sistema de certificación. El resultado no fue el esperado, con equipos de configuraciones medias y un coste muy superior al que presentaba el mercado de componentes. Debido a su fría acogida por parte del público, Valve decidió suprimir toda referencia a las Steam Machines en la tienda online de Steam. Esto disparó las todas las alertas en los usuarios, al ser interpretado como una renuncia a la apuesta de la compañía por el futuro del videojuego triple A bajo Linux.
Falsa alarma: recientemente publicaban en su blog que su compromiso con SteamOS y Linux se mantenía intacto. Valve sostiene que la experiencia obtenida con las Steam Machines le ha servido para entender mejor la situación actual y el futuro de las grandes producciones de ocio digital bajo Linux. Sus primeras conclusiones pasan por invertir en mejorar el soporte para Vulkan y trabajar de forma más estrecha con los fabricantes en la optimización de controladores.
Lo cierto es que la jugada de Valve de desarrollar un sistema operativo propio con el que poder tener más control sobre sus máquinas no ha tenido el éxito que se esperaba, pero está lejos de considerarse una temeridad. Sin duda se trata de un movimiento que le permite incluirse como jugador en la partida frente a su inmediato rival, Microsoft. En ocasiones el propio mundo del entretenimiento puede servir como modelo de estrategias empresariales, así en la versión en equipo del blackjack, por ejemplo, lo importante es el resultado del colectivo y maximizar las ganancias del jugador que se encuentra en una posición más favorable en cada circunstancia. Algo similar ocurre en este caso y es que a Valve no le preocupa perder la batalla frente a su rival en las ventas de su catálogo para una plataforma específica (SteamOS), sino incorporar un nuevo participante a la mesa con el que poder obtener todavía más información de un mercado que ya domina (el de la distribución digital) y abrir una posible opción de negocio a medio plazo.
Pero ¿es esto todo lo que Valve puede ofrecer al ecosistema Linux? Parece que no. La empresa afirma que existen otras iniciativas, aunque no está preparada para divulgar sus planes todavía. Las informaciones apuntan a opciones de lo más diversas para revitalizar el sistema operativo, desde una nueva consola propietaria (cuentan con financiación más que suficiente para abordar el proyecto), una colaboración con Nintendo, de la que ya alabaron su capacidad para crear software específico para su propio hardware, o un nuevo intento de certificación, pero más preocupado por la competitividad en el mercado de precios. Sea como fuere, Valve no tiene intención de renunciar al proyecto todavía, lo que abre un nuevo espacio de esperanza a los que quieren jugar al más alto nivel desde un sistema (un poco) más libre.